"Yo estoy sentado, escribo, y me hago sabio. Así soporto la existencia diaria. Me levanto por las mañanas, dedico el día a ganarme la vida, me muevo con soltura entre mis contemporáneos, consigo que la gente me quiera. Ahora, incluso, parezco estar enamorado. Todo ello no tiene otra función que la de alimentar a ese sujeto que se pasa el día sobre mi mesa de trabajo, escribiendo la historia de un incrédulo que padece una alucinación auditiva de carácter marxista."
Escribió estas palabras el gran J.J. Millás en El desorden de tu nombre y yo las hice mías en algun momento de la anterior aventura "flogística". Ahora, para justificar varias de las querencias personales que uno tiene, vuelvo a ellas: me siento y escribo, procuro dejarme hacer sabio por la voz y la palabra de todos cuantos me acompañan y sigo padeciendo una utopía marxista desde aquel mes de febrero en que, de la mano de mi padre, escuché en los viejos cines Maripeña de La Felguera a Julio Anguita. He dicho, con eso basta.
domingo, 4 de febrero de 2007
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4 comentarios:
Me recuerda un poco a eso de "escribo para que me quieran". Algo que uno sólo entiende, -y deja de pensar que sea ansioso o petulante-, cuando realmente lo ha sentido.
Mil besos.
Importante lección, aprender a ser sabio escuchando. Extendido padecimiento, el la utopía.
Acertadas palabras las que escribes, compañero.
Un abrazu, V.
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