
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
A todos nos ha pasado alguna vez. Todos, más temprano que tarde, agarramos una pelotera considerable con nuestros padres y discutimos, y damos portazos o levantamos la voz, pero pocos reaccionan como ella: escribiendo estos versos en un folio y colgándolos en la pared dela cocina.
Y esto no es nada, una nimiedad, una nonada, al lado de todos los motivos (me sobran los motivos, sí) que ella esgrime y uno tiene para quererla. Por eso me voy, nos vamos, hasta Italia, a ser un poco partícipes de esa fugacidad feliz que ella está viviendo, a compartir con ella todo lo bonito de su vida. A parte, claro está, de las ganas de abrazarla y tomar con ella un kalimotxo. El jueves in the morning estaremos en Venezia, a un tren de distancia de Padova. Quise decir: Adriana.
1 comentario:
Jo ... que penita. Espero que me deis señales de vida eee. La echo taaaanto de menos. Darle un megabesu de mi parte y beberos un mochuelo por mi ... sniff sniff.
Besinos y buen viaje:)
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