miércoles, 13 de febrero de 2008

"No soy un aculturado...."

Jose María ARGUEDAS,  allá por el año 1968 y meses antes de suicidarse, recibía el premio Inca Garcilaso. Este es su discurso:


"Acepto con regocijo el premio Inca Garcilaso de la Vega, porque siento que 

representa el reconocimiento a una obra que pretendió difundir y contagiar en 

el espíritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias 

a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla 

con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que 

dispusieron de medios más vastos para expresarse. 

 

 

La ilusión de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo más 

ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú 

criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba 

degenerado, debilitado o "extraño" e "impenetrable" pero que, en realidad, no 

era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la 

dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó 

hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había 

convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente 

administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban mirándola a 

distancia y con repugnancia o curiosidad. Pero los muros aislantes y opresores 

no apagan la luz de la razón humana y mucho menos si ella ha tenido siglos de 

ejercicio; ni apagan, por tanto, las fuentes del amor de donde brota el arte. 

Dentro del muro aislante y opresor, el pueblo quechua, bastante arcaizado y 

defendiéndose con el disimulo, seguía concibiendo ideas, creando cantos y 

mitos. y bien sabemos que los muros aislantes de las naciones no son nunca 

completamente aislantes. A mí me echaron por encima de ese muro, un 

tiempo, cuando era niño; me lanzaron en esa morada donde la ternura es más 

intensa que el odio y donde, por eso mismo, el odio no es perturbador sino 

fuego que impulsa. 

 

Contagiado para siempre de los cantos y los Mitos, llevado por la fortuna hasta 

la Universidad do San Marcos, hablando por vida el quechua, bien incorporado 

al mundo de los cercadores, visitante feliz de grandes ciudades extranjeras, 

intenté convertir en lenguaje escrito lo que era como individuo: un vínculo vivo, 

fuerte, capaz de universalizarse, de la gran nación cercada y la parte generosa, 

humana, de los opresores. El vínculo podía universalizarse, extenderse; se 

mostraba un ejemplo concreto, actuante. El cerco podía y debía ser destruido; 

el caudal de las dos naciones se podía y debía unir. Y el camino no tenia por 

qué ser, ni era posible que fuera únicamente el que se exigía con imperio de 

vencedores expoliadores, o sea: que la nación vencida renuncie a su alma, 

aunque no sea sino en la apariencia, formalmente, y tome la de los 

vencedores, es decir que se aculture. Yo no soy un aculturado; yo soy un 

peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en cristiano y en 

indio, en español y en quechua. Deseaba convertir esa realidad en lenguaje 

artístico y tal parece, según cierto consenso más o menos general, que lo he 

conseguido. Por eso recibo el premio Inca Garcilaso de la Vega con regocijo. 

 

Pero este discurso no estaría completo si no explicara que el ideal que intenté 

realizar, y que tal parece que alcancé hasta donde es posible, no lo habría 

logrado si no fuera por dos principios que alentaron mi trabajo desde el 

comienzo. En la primera juventud estaba cargado de una gran rebeldía y de 

una gran impaciencia por luchar, por hacer algo. Las dos naciones de las que 

provenía estaban en conflicto: el universo se me mostraba encrespado de 

confusión, de promesas, de belleza más que deslumbrante, exigente. Fue 

leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en 

las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo 

que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por 

el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé 

bien. Pero no mató en mí lo mágico. No pretendí jamás ser un político ni me 

creí con aptitudes para practicar la disciplina de un partido, pero fue la ideologia 

socialista y el estar cerca de los movimientos socialistas lo que dio dirección y 

permanencia, un claro destino a la energia que sentí desencadenarse durante 

la juventud. El otro principio fue el de considerar siempre el Perú como una 

fuente infinita para la creación. Perfeccionar los medios de entender este país 

infinito mediante el conocimiento de todo cuanto se descubre en otros mundos. 

No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; 

todos los grados de calor y calor, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de 

símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada 

común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y 

el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de 

Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; 

la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos 

los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para 

beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a 

alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no 

sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que 

aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí 

mismo. Ojalá no haya habido mucho de soberbia en lo que he tenido que 

hablar; les agradezco y les ruego dispensarme. "


p.D. Llevo resistiéndome a hablar de política mucho tiempo, que hable este discurso y diga, como alguien dijo (no sé quien ahora mismo), que hay una tercera españa: la inteligente. Arguedas lo concibió en Lima. años antes, al aunar en su persona y en su obra la riqueza quechua en que fue criado y el saber adquirido de otras culturas. No todo es blanco. No todo es negro. 

1 comentario:

Jenny jirones dijo...

Yo se lo oí a Colubi hará un año, pero no sé de quién es el copy.

Basia mille.