Comer en uno de los mejores restaurantes de Crivenika, Croacia, no llega a 6oo kn (kunas), o sea, algo así como unos 80 euros. Seiscientos kunas te dan derecho a un camarero políglota, atención individualizada (sólo les falta acompañarte al baño....), una materia prima sublime y el consabido peloteo, "excelente decisión",dicen arrastrando las eses....
De unas doce o quince mesas que alcanzo a contar en el comedor principal, tan sólo tres están ocupadas. Junto a la ventana, a mi derecha, una pareja da buena cuenta de un rissotto negro con sepia. Charlan tranquilamente. Al fondo, a mi espalda, una familia alza la voz cantando el "cumple años feliz" a quien parece ser la madre de dos críos rubios y risueños. Y nosotros, tres, que comemos bien, muy bien y abundantemente.
En uno de los mejores restaurantes de Crikvenika comer cuesta 600 kn. Una pareja alemana, una familia italiana y nosotros ocupamos la sala.
En uno de los buenos restaurantes de Croacia no come ningún croata. Para estas gentes, la bola del mundo, sigue, verdaderamente, girando a pedales.
Zadar amanece pronto, muy pronto, son las 7 de la mañana y ya tengo mi café solo doble, mis cereales, zumo de naranja y una tostada encima de la mesa. Zadar existe casi casi desde que el mundo es mundo, al menos desde el año 50 a.C. En Zadar hay yates, qué digo, yatísimos; pero también hay casas con metralla y agujeros de bombas aún sin parchear, me pregunto si de verdad aquí estuvo la guerra...la ciudad, al menos, sufre amnesia...lo dicen sus neones, sus puentes a lo Calatrava, sus Ferrys hacia Kornati, Dalmacia...lo gritan de noche los cientos de turistas, de jóvenes turistas, que ensucian Zadar a la hora de los excesos nocturnos. Pero su gente...su gente dice otra cosa.
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