Vuelvo a Venecia, unos meses después, unos meses más cerca de su esplendente final inexorable. Venecia con trasiego de miles de turistas con sus kodak y planos y postales de San Marco y bucentauros. Camisetas con rayas y gondoleros que intentan un inglés de aquella manera y arrancan a cantar La Donna é mobile... Save the music-pienso.
Vuelvo a Venecia y no hago nada de lo ya hecho, me monto en barco y busco la ciudad de otra manera, veo el atroz puente de Calatrava sobre el Gran Canal y navego a Murano. Quince minutos que dan para cruzarse con dos grandes ferrys de esos que producen más basura a la semana que la ciudad de Oviedo. Echo cuentas y me dan unos taitantisimo viajeros...¿Tantos?Buenoooo, o más macho, o más que diría Benito.
Venecia está rara, o cansada -más bien, de maquillarse todos los días, qué razón D.Pablo..., para lo mismo, algo de amargura tiene en sus esquinas. Déjenme en paz, si hablara, diría.
Pero Venecia no habla. Síntoma, inequívoco, de que se apaga. Primero se va el idioma, luego la voz, los usos y costumbres, los porqués más tarde y al hundirte en el mar al que te abres, Venecia, al fin, te desconoces.
Me voy. Y si lo pienso bien, le digo a mi madre, no pretendo volver. Ay madre fíu, alloriasti, tú tas mal de coquín, ay madre madre, que bobaes...La juventud y eso que no sabemos apreciar nada. Pero no. Como para salvaguardarse a uno mismo, para afirmarse, yo quiero Venecia con su luz alta frente al Lido, no este verano de vértigo que huele a orines e ingleses con aftersun sin camiseta empujandote hacia Rialto.
Hoy, en Gijón, sonaría aquello de "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". En Venecia comprendí. Y como pense en él y en la razón y el corazón que tiene las cosas que canta, este post ha de llamarse Palabras Gastadas de Amor, como las suyas.
pD. www.pablomoro.com , y comprenderán.
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